sábado, 26 de noviembre de 2011

Valores de Marca para el Cambio Personal

Pasamos cerca de 90.000 horas en el trabajo. Esto, así de golpe, da miedo. Así que, o buscamos con urgencia la manera de estar bien en el trabajo, o lo vamos a pasar mal.

Ya se ha comentado anteriormente en este blog la importancia de una buena actitud para afrontar dificultades y poder estar a la altura de las circunstancias para superar cualquier reto. Es muy importante tener esto en cuenta para el tema que quiero escribir ahora.

“La única forma de que los empleados alcancen la felicidad es mediante el desarrollo de elementos motivadores que aumenten su satisfacción en el puesto laboral, no a través de la supresión de los factores de insatisfacción”. (“mente y cerebro” 50/2011).

Cuando en un clima laboral abunda la insatisfacción, la crítica destructiva, el contagio de emociones negativas que propician el mal humor... el cansancio, el estrés, signos depresivos... se apoderan del equipo. El resultado es un rendimiento más bajo y la disminución de la productividad.

Esto nos trae un doble problema: peores resultados para la empresa y un descenso de la felicidad personal. Nada de esto interesa a nadie.

Solución: cambiar.

Hay que motivarse a buscar un cambio. Un cambio que nos traiga, al menos, una mayor satisfacción. Es que si no lo hacemos así, estamos tirando 90.000 horas de nuestra vida a la basura!! Y lo peor de todo es que, en un tanto por ciento muy elevado, las relaciones laborales nos las llevamos a casa y afectan nuestra vida privada.



Los proyectos empresariales con una nueva consciencia tienen el objetivo de aportar valor a la sociedad a través de su actividad profesional. Es más, el cambio de paradigma social a la hora de percibir una marca, está más que demostrado que, si ésta aporta un valor inmaterial o espiritual añadido a su actividad, tiene una mayor repercusión y una mejor imagen que otra que no lo haga. Esto es a grandes rasgos, el marketing 3.0.

Incorporar la misión, la visión y los valores de la empresa en nuestro día a día en el trabajo y promover nuestras acciones para que sean una realidad, va a cambiar nuestra manera de ser. Nos hará sentir que pertenecemos a una organización que aporta algo importante a la sociedad. Nos hará cómplices de éstas acciones. Pero esto no podrá ser si cada uno de nosotros, no quiere serlo.

Emocionalmente tendemos a relacionarnos con quienes están en la misma onda o vibración que nosotros. Sino, os podéis fijar en los grupitos que se hacen para salir a fumar. La mayoría aprovechan para criticar y hablar mal de cualquier tema del trabajo. Que si éste hace esto... que si el otro llevaba no se qué... Suelen estar cortados todos por el mismo patrón... Y lo peor de todo, no es el hecho que se hable mal o no... El problema es que cuando se habla mal de aspectos emocionales, esto repercute negativamente en uno mismo, y cuando vuelve al trabajo, se agobia más fácilmente. Si se aprovechara para hablar de cosas positivas, de descansar la mente unos minutos, de pensar en las actividades planeadas, vacaciones, etc. la mente se podría relajar de verdad y nuestras emociones se relajarían mejor. Creer que hablar de lo mal que lo pasamos o estamos nos ayuda a mitigarlo, es un error.

Hay que buscar la manera de sentirnos bien en el trabajo. Ser una parte activa de éste. Proponer cambios, implicarse. Ocuparnos de saber qué valores se quieren transmitir en nuestra empresa y hacer todo lo posible para ser un buen transmisor de estos valores. Así, sólo así, vamos a desarrollar lo mejor de nosotros mismos. Nos sentiremos bien. Haremos que nuestras 90.000 horas sean útiles, no solo para ganar dinero. Está demostrado que el hecho de que nos suban el sueldo no aporta felicidad real. Nos alegrará el momento, nada más. Rápidamente nos acomodamos, aumentamos nuestros gastos, y en pocos meses, ya ni nos acordamos. El dinero, en este caso, no da la felicidad. Hay que buscarla en esas acciones que nos hagan sentir bien. En ayudar a realizar esas cosas que, cuando nos estiramos en la cama para dormir y pensamos en ellas, esbozamos una sonrisa... la misma que, unos meses más tarde, cuando nos volvemos a acordar... la volvemos a esbozar.

Edgar Tarrés

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